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sábado, 23 de octubre de 2010

Matemáticamente posible.

Ayer, mientras Marta leía la tercera carta, le daba vueltas en sus manos al anillo de plata con un corazón grabado. No podía entender como una historia así pudo haber acabado, era algo que por más que pensaba, no conseguía entender. Un recuerdo acudió a su cabeza, era un sueño de cuando tenía 16 años:

''Todo estaba oscuro. A lo lejos, la luz de una farola se apagaba y encendía. Un sonido rasgó el cielo, y una sombra pasó rápida delante de Marta. Empezó a correr detrás de ella, hasta que las piernas le fallaron y cayó al suelo, llorando. ¿No iba a aparecer nadie especial nunca? Se sentía sola y desesperada, sus amigas ya tenían a ese alguien especial, pero...¿y ella?'' Se despertó más convencida que nunca de que siempre estaría así, sin ese alguien que te hace tener dolores de barriga cuando vas a verle, y que cuando lo tienes a medio metro, parece que esa distancia sea poca, aunque cuando lo piensas es demasiada. Se durmió con lágrimas en los ojos, lágrimas que tal vez fueron inútilmente derramadas.

El recuerdo se convirtió en humo, se disolvió ante un nuevo pensamiento. La esperanza. Ahora que veía que historias así eran posibles, pensó que no tenía que pensar eso nunca más, porque entre los millones y millones de personas que somos en el mundo, al menos una sería para ella. Matemáticamente posible.

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